viernes, 27 de agosto de 2010

el dolor del desarraigo

Lunes 8:15 am demasiado temprano para visitas, el día esta gris el paisaje urbano parece una foto en blanco y negro, conversábamos en la tranquilidad de mi hogar pero nada de esto intimido el llamado a la puerta mi cuñado y su esposa recién llegados de argentina llenos de anécdotas y presentes para la familia. Me toco un preciado paquete de yerba y atados de cigarros parissiens y con ellos la nostalgia, los recuerdos, las ganas del pago, la infancia, mi adolescencia. El humo del cigarro me mostraba pasajes de mi vida en cada bocanada y la dolorosa sensación del desarraigo. Esa dolorosa sensación de ser un hijo abandonado de no pertenecer ni aquí ni allá.
Siempre que vuelvo al pago solo el paisaje me acaricia como una madre que encuentra al hijo perdido, nada es igual los paisajes urbanos cambian, otras maestras caminan las aulas de mi colegio y esto es natural la vida fluye como un rio un rio de vida. El ángel de la eternidad se empecina en mostrarme que el pasado no quedo en los recuerdos y que el futuro no es lo que esta por venir todo es presente todo coexiste aquí y ahora solo que en distintas dimensiones. Yo me empecino en aceptar esta verdad algún día la sentiré.
Volveré. Adonde? Me pregunto si el desarraigo es un sello permanente, un tatuaje, un estigma, un revoltijo de emociones de sentimientos que pululan, invaden, ahogan a veces. A veces también buscan parecidos en las calles, en los paisajes en las sonrisas de la gente. Pero seguiré tomando mate, fumando mis cigarrillos parissiens , comiendo cebiche , tomando un cafecito, conversando con mis amigos, corriendo con mis hijos, caminando al lado de mi esposa porque acá se manifiesta mi historia de vida y de ella no me desarraigo. Me pertenece es mía y me encanta.


sergio abel durand