viernes, 5 de febrero de 2010

Había una vez un tren

En surco distrito de lima existe un parque el parque de la amistad y tiene una estación de trenes con todos los detalles en pequeño casi como de juguete unas maletas de antaño en un carrito descansan en la entrada esperando a su dueño que nunca aparecerá, una boletería circular rodeada de objetos de museo que te recuerdan como era esa estación hace unos años nomas, un extinguidor enorme que se extinguió de tanto tiempo y cuatro vagones locos tirados por una locomotora a vapor que te lleva a pasear por una aventura interminable por todo el parque y en la torre un antiguo reloj que marca con esmero la hora en que debe partir el tren sin darse cuenta que todo es un profundo sueño del que parece no quiere despertar.

Si lo miras detenidamente te lleva por un viaje en el tiempo la década del 70 por ejemplo es una de las pocas veces que tomábamos taxi todo era diferente era verano hacía calor pero a la hora de la cita , diez de la noche, siempre refrescaba yo solo cargaba mi pasacinta lo demás no importaba el boleto ya estaba comprado hacia meses la ventaja de viajar con mi abuela es que íbamos en coche cama la emoción está al tope contamos una y otra vez los bultos y hacen que memorice esas cifras. confían en mí porque soy joven y la memoria virgen; solo había memorizado un par de poemas, tenía un par de reglas ortográficas no muy claras pero ahí estaban, algún ejercicio matemático y no mucho mas ah y el numero de bultos que llevábamos en el tren que siempre variaba año a año.

Soñaba con este viaje. como disfrutaba el viento en la cara, el olor a mecha prendida que dejaban las ruedas al chocar con alguna piedra, y el ruido de los vagones golpeando la vía tac-tac………..tac-tac que se repetía de adelante atrás orquestado de manera sincronizada. la estación tenía un olor particular la plataforma llena de gente unos venían a despedir otros a dar la bienvenida y otros como lo hice algunas veces solo paseaban por ahí mirando la danza de la vieja estación . después de acomodar las maletas, después de encontrar el vagón, después de los abrazos de despedida solo quedaba esperar la campana que liberaba con su sonido el enorme gusano de metal y allí comenzaba la furiosa bestia a alejarse de la ciudad internándose en la voracidad de la noche era tarde y las reglas de casa se venían con la abuelita hincha pelota. Después de la suplica ganaba unos minutos para contar un par de luciérnagas, mirar las estrellas, y mostrar los boletos al guarda acto seguido bajábamos las persianas cada carancho a su rancho y a dormir se ha dicho.

En la mañana mi abuela me despertaba para ir al coche comedor a tomar desayuno, el cuarto ya olía a milanesas la parva de milanesas que fueron preparadas para solventar nuestro asolado aparato digestivo en esas largas 32 horas que duraba el viaje, después de lavarnos los dientes cambiarnos enrumbábamos al coche comedor me sentía como si me dirigía al podio a ocupar el primer lugar y es que al llegar allí mi abuela me pedía mi insufrible café con leche que el mozo traía caliente y acompañado de un sabio consejo tómelo rápido porque se derrama y esa palabra <derrama> era música par mis oídos la sonrisa eran incontenible ese instante me reivindicaba de todos los café con leche que tuve que tomar en contra de mi voluntad en todo el año solo tenia que mirar por la ventana hacerme el tonto unos pocos segundos y el baile frenético del tren en las vías dejaba vacía mi taza. Jajajaja. De regreso al camarote a mirar por horas a través de la ventana los diferentes paisajes que nos presentaba el camino.

La estación de Santiago del estero era la mas pintoresca ahisito no mas pasando el salitral, esperaban ansiosas un grupo innúmero de comerciantes con cestas en la cabeza llenas de pan, otras de queso, otras de tamales, otras con bolsas llenas de humitas , tamales, algunas vendían choclo con queso, el quesillo, la gaseosa heladita, y también mascotas que se podían llevar en un tren, silenciosas cómplices y tranquilas las tortugas de Santiago del estero. Me pregunto dónde estará toda esta gente porque nuevos caminos andarán dejando huella, adonde se los habrá llevado la pachamama, que sueños nuevos andarán cumpliendo.

El destino se acerca después de 32 horas oficiales, 36 horas reales el tren empieza a serpentear por el ultimo paisaje urbano en el que lo acompañare. Por esta vez. Saco la cabeza y veo se aproxima la avenida que cruzaremos antes de la estación de tanto recorrer el mismo camino me lo conozco de memoria, estoy atento para ser el primero que vea al hijo de mi abuela, hermano de mi mama, mi tío que vive en esta ciudad de rosario, mi terruño biológico, la ciudad que me pario y me dejo partir por que así estaba escrito. Empiezo a recordar el numero de bultos, el sol sigue marcando el día, tengo hambre quiero mi taza de mate cocido con esas tortitas negras, que solo hay por estos lares y si tengo suerte mi chipaco. Todavía no decidí si bañarme primero o mi taza de mate cocido las dos opciones están para el primer puesto.


 

sergio a. durand.